El ID que me prohibió

He dedicado años a construir mi reputación como analista de fútbol: no solo calculando números, sino contando historias con modelos xG y mapas tácticos. Mi último nombre de usuario? “OtamendiHasWorldCupKnockoutAssist”. Sencillo, ¿verdad?

Lo elegí tras la victoria de Argentina en octavos de final del 2022. Otamendi dio ese pase clave en los cuartos — un momento olvidado por muchos, pero sentido por todos los verdaderos aficionados.

Y luego… ban. Sin advertencia. Sin razón.

¿Qué es exactamente una ‘violación a las normas’?

Revisé las reglas dos veces. Ninguna menciona IDs personales o referencias a partidos específicos. Aun así, el sistema me marcó — no por odio, no por spam — sino por “contenido que podría violar las normas comunitarias”.

Permítanme ser claro: no promovía violencia, no atacaba a nadie ni publicaba memes ofensivos. Solo honraba un momento que significó algo para mí — y para muchos otros que silenciosamente valoran a los héroes anónimos del fútbol internacional.

Identidad del fan vs control de plataformas

Esto no es solo sobre Otamendi. Es sobre cómo tratan hoy las plataformas al fandom auténtico.

Nos dicen que seamos “respetuosos”, “neutrales” y “seguros” online… pero nuestra pasión por momentos como este termina castigada bajo etiquetas algorítmicas vagas.

¿Celebrar el pase de un mediocampista defensivo en la Copa Mundial es más peligroso que miles de hilos anónimos de trolls? Probablemente no.

Pero aquí está la ironía: sistemas basados en datos no pueden detectar intención. Ven “Otamendi” + “Copa Mundial” + “pase” = zona riesgo potencial.

El costo humano del exceso de moderación

Hablemos en cifras: 14 millones vieron cómo Argentina llegó a la final en 2022. Millones más celebraron actuaciones individuales más allá de Messi o Di María.

Otamendi jugó 90 minutos en cuatro partidos eliminatorios ese año. No marcó goles, pero tomó decisiones bajo presión que ningún entrenador confiaría a otro jugador.

Y cuando intenté honrarlo con mi nombre? El algoritmo me vio como una anomalía.

Me recordó por qué tantos fans se sienten alienados frente a espacios digitales que antes consideraban su hogar.

Lo que perdemos cuando la pasión es señalada

también lo saben los aficionados del esports: cuando tu avatar personal se elimina porque se parece demasiado al símbolo de otro equipo. El mismo patrón se repite en todas partes: emoción real etiquetada como ruido; identidad auténtica convertida en riesgo legal. Este no es solo un caso de cuenta baneada — es sobre qué tipo de cultura futbolística queremos preservar online. Deberíamos recompensar la curiosidad, lo auténtico e incluso tributos peculiares… no eliminarlos porque no caben en cajas automáticas diseñadas por personas que nunca han pasado una prórroga en Wembley a las 3 AM bebiendo cerveza barata y gritando frente a una laptop.